En una ciudad, uno de los
espacios simbólicos más importantes es el “centro”, allí se ubican los edificios
estatales, los administrativos (públicos o privados, laicos y religiosos), los
lugares históricos, la mayoría de los bancos, las grandes casas comerciales, en
fin, el “centro” es el
centro de una ciudad. A su vez al “centro” se lo puede
dividir en “microcentro”, la zona neural de la ciudad, y el “macrocentro” algo
más alejado, circunda al “microcentro”. En Bahía Blanca, la primera de estas,
se circunscribe al radio de dos o tres cuadras a partir de la plaza Rivadavia, y
a la segunda le podemos agregar, otras tres o cuatro cuadras más, es decir que
desde el cero hacia la numeración del 500 al 700.
Las calles del “centro”
llevan nombres considerados significativos para cada ciudad, apareciendo no
solo las tradicionales fechas y héroes del panteón nacional/americano, sino
también, locales. Veamos algunos ejemplos bahienses: de los primeros tenemos a
San Martín, Chiclana, Brown, Belgrano, Yrigoyen, Moreno, O’Higgins, Colón,
Alem, del segundo grupo, netamente bahienses, tenemos al Coronel Ramón Estomba,
al Coronel Juan
Zelarrayán, Martiniano Rodríguez, por citar algunas arterias.
Una de las calles del
microcentro bahiense lleva como nombre 19 de mayo, y es de
suponer que en esta fecha debe haber pasado algo importante, y sí, así es. Sin
embargo ¿cuántos bahienses conocen qué paso ese día?, es de suponer que no
muchos. Una pista de este desconocimiento es que al nomenclador de la arteria
le faltan un par de detalles, uno es el año: 1859; el otro corresponde a que se
trata de un suceso de la historia bahiense, y por eso solo, ya es desconocido. O
sea, estamos hablando de la
Bahía Blanca de hace 153 años atrás.
¿Por qué tenemos en la
ciudad de Bahía Blanca una calle llamada 19 de mayo?
La Historia Oficial recuerda que el 19 de mayo de 1859 se produjo el gran
malón indígena de alrededor de 3.000 lanceros al mando del cacique Calfucurá
(si bien las fuentes citan a este cacique al frente de sus fuerzas,
investigaciones posteriores han determinado que el líder era su hijo, Manuel
Namuncurá) sobre la novel ciudad de Bahía Blanca, que a decir verdad no era más
que el fuerte y el caserío circundante. Hacia las cuatro de la madrugada de
dicha jornada la caballada irrumpe sobre la población, tomando por sorpresa a
civiles y a militares, aunque algunos relatos confirman que la Comandancia
tenía conocimiento de la presencia de nativos, y de un posible malón, aunque no
lo toman en serio.
El Comandante del fuerte era
el Teniente Coronel José
Orquera, quien, según testigos, ante el malón se encerró en el fuerte y no
peleó cuerpo a cuerpo, sino que dejó la defensa de la población en manos de
otro Teniente Coronel, Antonio Susini, jefe de la Legión Italiana,
junto al Mayor Juan Charlone y del Capitán Felipe Caronti, entre otros “italianos”,
además del importantísimo apoyo del cacique vorogano “amigo”, Ancalao, quien
enfrentó a los “salineros” en la actual esquina que forman las calles Zelarrayán
y 19 de mayo.
La actitud de Orquera, que en
principio podría considerarse como cobarde, puede tener una explicación de tipo
estratégica, pero lo que no tiene mucha definición estratégica, es el hecho de no
haber bajado los puentes levadizos que comunicaban, foso por medio, al fuerte
con la aldea, para que ingresaran los civiles y así ponerlos a resguardo. Luego
ordenó disparar desde los muros de la fortaleza, de tal manera que la población
civil quedó entre el fuego de los “cristianos” proveniente del fuerte y las
lanzas de los indígenas.
En resumidas cuentas,
finalmente el ataque es repelido y esta fecha se convierte en un símbolo de la
historia bahiense, y sus héroes y fecha pasaron a denominar calles de la
ciudad.
¿Por qué no tenemos en
Bahía Blanca una calle llamada 20 de mayo?
La Historia Oficial (conocida también como liberal) no recuerda a
esta fecha. Y si no hubiera pasado nada no tendría sentido que se recordara.
Pero pasaron cosas, y extremadamente crueles… y la liberal Historia Oficial
no las quiere recordar.
A la mañana siguiente, el
malón había concluido y la caballada ya se había retirado, entonces el Teniente
Orquera, mandó a un grupo de carretas a recoger los cuerpos de los “invasores”,
estuvieran muertos o moribundos. La orden del jefe de la Fortaleza, fue la
siguiente: colocar a los casi doscientos cadáveres y a los moribundos en la
plaza principal (hoy, Rivadavia), una vez terminada esta pila se
convirtió en pira. La orden fue ¡prenderlos fuego!
Pero no solo esa fue la
orden, también que tanto los indios enemigos cautivos como los “indios amigos”
presenciaran tan dantesco espectáculo. De esta manera Orquera pretendía
brindarles una “lección” de lo que les pasaría a quienes intentaran
enfrentarlo. Es decir que la hoguera era, al decir del escrito Francisco Pablo
De Salvo -autor de En el País del Diablo de 1936-, un “escarmiento”.
Una fuente relata: “Los
indios cautivos tuvieron que presenciar la formación de una pira formada con
leña de chañares que se fue acumulado en la plaza frente a la fortaleza. Sobre
las ramas retorcidas fueron estibados los cadáveres de los doscientos súbditos
de Calfucurá que habían perecido en el encuentro”. Andrea de Mora relató que
Orquera “ordenó se recogieran los cadáveres de los indios y los hizo amontonar
en la plaza” para luego encender una gran fogata “y, sobre ella, los cadáveres
indígenas ultimados por la furia de un jefe bárbaro”. La misma vecina bahiense
llama bárbaro a su propio Comandante, que se supone debía ser el civilizado
y Calfucurá, el bárbaro, según la Historia Oficial/Liberal.
Al día siguiente, la hoguera
seguía ardiendo, esto llevó a la queja de los vecinos, quienes pidieron al
Comandante que pusiera fin a inhumana acción.
La verdad a medias no es
verdad
Es cierto que a la historia
la escriben los que ganan. Pero, si algunos ganan otros pierden, entonces debe
haber “otra historia”, la de los que pierden. Y en este caso ganaron nuestros liberales
prohombres bahienses y perdieron los pueblos originarios. Entonces tenemos una
sola versión, una verdad, la de la Historia Oficial/Liberal. Afortunadamente, la
Historia no tiene una única verdad, ni siquiera una sola versión. La tradición
liberal triunfante en la
Historia Argentina, luego de la llamada Organización
Nacional, con Bartolomé Mitre como uno de sus baluartes, se encargó
de redactar una historia, la que fue reproducida a la perfección y a escala
local por los bahienses de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, hasta
llegar a sectores del periodismo y pseudohistoriadores del siglo XXI.
Por lo tanto, queda bastante
claro, porqué existe en Bahía Blanca una calle 19 de mayo y no una 20
de mayo. Porque si los triunfantes liberales bahienses llamaran a una calle
20 de mayo de 1859, estarían reconociendo la barbarie de nuestros
fundadores.
Como dicen las maestras a sus
alumnos: “Tarea para la casa”: investiguen cómo se llama la principal plaza de
Bahía Blanca, dónde se encuentran las calles de ilustres liberales bahienses y nacionales,
y/o de militares de las campañas contra los pueblos originarios de la zona
(Sarmiento, Alsina, Roca, Mitre, Cerri, Paz, Lavalle, Lamadrid, Luís Caronti,
Casanova); y dónde se encuentran las calles (Calfucurá, Namuncurá, Catriel,
Cacique Venancio o Lucero), además de cuáles son sus respectivas extensiones.
Van a encontrarse con algunas apostillas llamativas.
En fin, ¿cuántas cuestiones
de la historia bahiense desconocemos?... muchas, en realidad, ¡demasiadas!
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