martes, 22 de mayo de 2012

El “otro” 19 de mayo de 1859

En una ciudad, uno de los espacios simbólicos más importantes es el “centro”, allí se ubican los edificios estatales, los administrativos (públicos o privados, laicos y religiosos), los lugares históricos, la mayoría de los bancos, las grandes casas comerciales, en fin, el “centro” es el centro de una ciudad. A su vez al “centro” se lo puede dividir en “microcentro”, la zona neural de la ciudad, y el “macrocentro” algo más alejado, circunda al “microcentro”. En Bahía Blanca, la primera de estas, se circunscribe al radio de dos o tres cuadras a partir de la plaza Rivadavia, y a la segunda le podemos agregar, otras tres o cuatro cuadras más, es decir que desde el cero hacia la numeración del 500 al 700.
Las calles del “centro” llevan nombres considerados significativos para cada ciudad, apareciendo no solo las tradicionales fechas y héroes del panteón nacional/americano, sino también, locales. Veamos algunos ejemplos bahienses: de los primeros tenemos a San Martín, Chiclana, Brown, Belgrano, Yrigoyen, Moreno, O’Higgins, Colón, Alem, del segundo grupo, netamente bahienses, tenemos al Coronel Ramón Estomba, al Coronel Juan Zelarrayán, Martiniano Rodríguez, por citar algunas arterias.
Una de las calles del microcentro bahiense lleva como nombre 19 de mayo, y es de suponer que en esta fecha debe haber pasado algo importante, y sí, así es. Sin embargo ¿cuántos bahienses conocen qué paso ese día?, es de suponer que no muchos. Una pista de este desconocimiento es que al nomenclador de la arteria le faltan un par de detalles, uno es el año: 1859; el otro corresponde a que se trata de un suceso de la historia bahiense, y por eso solo, ya es desconocido. O sea, estamos hablando de la Bahía Blanca de hace 153 años atrás.

¿Por qué tenemos en la ciudad de Bahía Blanca una calle llamada 19 de mayo?
La Historia Oficial recuerda que el 19 de mayo de 1859 se produjo el gran malón indígena de alrededor de 3.000 lanceros al mando del cacique Calfucurá (si bien las fuentes citan a este cacique al frente de sus fuerzas, investigaciones posteriores han determinado que el líder era su hijo, Manuel Namuncurá) sobre la novel ciudad de Bahía Blanca, que a decir verdad no era más que el fuerte y el caserío circundante. Hacia las cuatro de la madrugada de dicha jornada la caballada irrumpe sobre la población, tomando por sorpresa a civiles y a militares, aunque algunos relatos confirman que la Comandancia tenía conocimiento de la presencia de nativos, y de un posible malón, aunque no lo toman en serio.
El Comandante del fuerte era el Teniente Coronel José Orquera, quien, según testigos, ante el malón se encerró en el fuerte y no peleó cuerpo a cuerpo, sino que dejó la defensa de la población en manos de otro Teniente Coronel, Antonio Susini, jefe de la Legión Italiana, junto al Mayor Juan Charlone y del Capitán Felipe Caronti, entre otros “italianos”, además del importantísimo apoyo del cacique vorogano “amigo”, Ancalao, quien enfrentó a los “salineros” en la actual esquina que forman las calles Zelarrayán y 19 de mayo.
La actitud de Orquera, que en principio podría considerarse como cobarde, puede tener una explicación de tipo estratégica, pero lo que no tiene mucha definición estratégica, es el hecho de no haber bajado los puentes levadizos que comunicaban, foso por medio, al fuerte con la aldea, para que ingresaran los civiles y así ponerlos a resguardo. Luego ordenó disparar desde los muros de la fortaleza, de tal manera que la población civil quedó entre el fuego de los “cristianos” proveniente del fuerte y las lanzas de los indígenas.
En resumidas cuentas, finalmente el ataque es repelido y esta fecha se convierte en un símbolo de la historia bahiense, y sus héroes y fecha pasaron a denominar calles de la ciudad.

¿Por qué no tenemos en Bahía Blanca una calle llamada 20 de mayo?
La Historia Oficial (conocida también como liberal) no recuerda a esta fecha. Y si no hubiera pasado nada no tendría sentido que se recordara. Pero pasaron cosas, y extremadamente crueles… y la liberal Historia Oficial no las quiere recordar.
A la mañana siguiente, el malón había concluido y la caballada ya se había retirado, entonces el Teniente Orquera, mandó a un grupo de carretas a recoger los cuerpos de los “invasores”, estuvieran muertos o moribundos. La orden del jefe de la Fortaleza, fue la siguiente: colocar a los casi doscientos cadáveres y a los moribundos en la plaza principal (hoy, Rivadavia), una vez terminada esta pila se convirtió en pira. La orden fue ¡prenderlos fuego!
Pero no solo esa fue la orden, también que tanto los indios enemigos cautivos como los “indios amigos” presenciaran tan dantesco espectáculo. De esta manera Orquera pretendía brindarles una “lección” de lo que les pasaría a quienes intentaran enfrentarlo. Es decir que la hoguera era, al decir del escrito Francisco Pablo De Salvo -autor de En el País del Diablo de 1936-, un “escarmiento”.
Una fuente relata: “Los indios cautivos tuvieron que presenciar la formación de una pira formada con leña de chañares que se fue acumulado en la plaza frente a la fortaleza. Sobre las ramas retorcidas fueron estibados los cadáveres de los doscientos súbditos de Calfucurá que habían perecido en el encuentro”. Andrea de Mora relató que Orquera “ordenó se recogieran los cadáveres de los indios y los hizo amontonar en la plaza” para luego encender una gran fogata “y, sobre ella, los cadáveres indígenas ultimados por la furia de un jefe bárbaro”. La misma vecina bahiense llama bárbaro a su propio Comandante, que se supone debía ser el civilizado y Calfucurá, el bárbaro, según la Historia Oficial/Liberal.
Al día siguiente, la hoguera seguía ardiendo, esto llevó a la queja de los vecinos, quienes pidieron al Comandante que pusiera fin a inhumana acción.

La verdad a medias no es verdad
Es cierto que a la historia la escriben los que ganan. Pero, si algunos ganan otros pierden, entonces debe haber “otra historia”, la de los que pierden. Y en este caso ganaron nuestros liberales prohombres bahienses y perdieron los pueblos originarios. Entonces tenemos una sola versión, una verdad, la de la Historia Oficial/Liberal. Afortunadamente, la Historia no tiene una única verdad, ni siquiera una sola versión. La tradición liberal triunfante en la Historia Argentina, luego de la llamada Organización Nacional, con Bartolomé Mitre como uno de sus baluartes, se encargó de redactar una historia, la que fue reproducida a la perfección y a escala local por los bahienses de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, hasta llegar a sectores del periodismo y pseudohistoriadores del siglo XXI.
Por lo tanto, queda bastante claro, porqué existe en Bahía Blanca una calle 19 de mayo y no una 20 de mayo. Porque si los triunfantes liberales bahienses llamaran a una calle 20 de mayo de 1859, estarían reconociendo la barbarie de nuestros fundadores.
Como dicen las maestras a sus alumnos: “Tarea para la casa”: investiguen cómo se llama la principal plaza de Bahía Blanca, dónde se encuentran las calles de ilustres liberales bahienses y nacionales, y/o de militares de las campañas contra los pueblos originarios de la zona (Sarmiento, Alsina, Roca, Mitre, Cerri, Paz, Lavalle, Lamadrid, Luís Caronti, Casanova); y dónde se encuentran las calles (Calfucurá, Namuncurá, Catriel, Cacique Venancio o Lucero), además de cuáles son sus respectivas extensiones. Van a encontrarse con algunas apostillas llamativas.

En fin, ¿cuántas cuestiones de la historia bahiense desconocemos?... muchas, en realidad, ¡demasiadas!

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